lunes, 11 de marzo de 2013

Sin querer ver...








No era habitual que le fallasen las primeras impresiones. Cuando algo/alguien no le entraba por el ojo, no solía equivocarse. Ella no entendía porque se empeñaba en dar oportunidades, si desde un primer momento hubo cosas que no le gustaron en absoluto. Bueno, puede que sí. Claro que sí. Estaba tratando de cubrir un vacío. Y no le gustaba entrar en ese grupo de personas que se refugia en otras para poder "olvidar". De la misma forma que no le gustaba sentirse culpable por algo, que sabía a ciencia cierta que no tenía culpa. De sobra conocía ese perfil de personalidad. Pero ahora, que la evidencia de un nada, era más que latente, resultaba imposible que su carácter fuese capaz de ocultarse y no dejase salir a la luz el desagrado ante ciertas situaciones. No podía evitar que le importase. Que le provocase dolor. No sabía cual era el mejor modo para no delatar su malestar. Ni siquiera había sido necesario un intercambio de opiniones. No había fluido una conversación. 
Él vivía en una ignorancia. Ignorancia con resquicios, por los que se dejaba entrever, con un alto grado de claridad, que no era tal el desconocimiento. Que sabía la existencia de un contexto lógico. Pero era mejor optar por lo sencillo. Hacer caso omiso. Era mejor evitarlo. Y sin darse cuenta, lanzaba piedras innecesarias, que sin quererlo estaban levantando un muro que marcaba la distancia. 


Él seguiría sin querer ver. 
Ella volvía a quedarse con la miel en los labios.  











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