lunes, 29 de diciembre de 2014

Otro año más...

Todos los años se repite lo mismo. 
Diciembre se acaba y hacemos balance de lo que dejamos atrás después de otros trescientos sesenta y cinco días de vida. Casi nada... 

Llevo un tiempo pensando en como darle forma a esta entrada, y las ganas de escribir siguen ahí, intactas, pero creo que necesitaba un motivo, un impulso de aire fresco que me ayudase a darle el sentido adecuado a todo esto.

Mi 2014 se puede dividir en dos partes. La primera quedaría resumida con la palabra "caos", y la segunda es la etapa por excelencia de los "cambios".

Ha sido el año de los altibajos, de las decepciones, de los tropezones una y otra vez con las mismas piedras que tiempo atrás impedían continuar el camino. El año de caer una y otra vez, pero de levantarme sin dudarlo todas esas veces, y cuando pensaba que no podía pasar nada más, pasaba. 
Volvieron las dudas, las inseguridades, el miedo, la desconfianza y la desilusión. Y aquí se han quedado. Fieles compañeros que aunque a día de hoy no son ni lo que han llegado a ser, siguen aquí. Cuestión de tiempo. Algunos de estos fantasmas apenas tienen vida a día de hoy, pero siempre se empeñan en intentar volverme a arrastrar.

Sin duda alguna, ha sido el año de abrir los ojos. De darme cuenta de lo buena que es la soledad para ayudarte a pensar y darte cuenta de que no estaba equivocada. Que siempre he hecho todo lo mejor que he podido y que he sabido. Que ponerme en mi sitio no era ninguna locura y no pasa nada por poner punto y final a esas historias que no van a ninguna parte. No hay nada de malo en el hecho de pensar en mí ¡ya era hora

Esa tranquilidad de no preocuparse por tonterías, esas risas sinceras, con las de verdad, esas personas que cuanto peor me iba todo más cerca estaban, mis pilares, no de siempre, pero si para siempre. 
Han sido 365 días de vivir la mayoría bajo el subsuelo, de tener que acostumbrarme a muchos cambios, demasiados a la vez, pero de los que he aprendido a disfrutar de cosas a las que antes no prestaba nada de atención.

El año de no cumplir casi ninguno de los propósitos que me plantee, de hacer casi menos que más, pero creo que necesitaba un tiempo para mi, y lo he aprovechado en sentido no material.

Y sin duda alguna, dos mil catorce han sido contrastes, sensaciones... 

Ahí ha estado Noviembre, el peor mes de todos, días buenos tuvo pocos, o ninguno, pero ahora miro atrás y ese mes me enseñó más de lo que pensaba. Si se cierra una puerta es porque otra mucho mejor se abrirá. Y sin darme cuenta volvió a llegar Diciembre y alguien, que cuando lea esto sabrá quien es, decidió empezar a formar parte de mi vida, ¡ojalá sea para mucho tiempo! Y al que tengo que agradecer muchas cosas, pero eso será en otro momento, con toda la dedicación que merece. Has sido ese aire fresco que necesitaba. 

Haciendo un amplio resumen, el balance de 2014 es positivo. Tan positivo como las ganas que tengo de 2015 y las buenas sensaciones que me producen los nuevos trescientos sesenta y cinco días que tengo por delante. 

Y es que, antes o después, todo vuelve a su sitio, y más que nunca, estoy en el mio.