domingo, 15 de mayo de 2016

Viajes...

Hasta hace poco, pensar en el último viaje me provocaba una profunda punzada en el estómago. El corazón se mantenía al margen, era como si lo hubiese borrado de su base de datos o como quiera que se llame ese espacio en el que guarda tanta información... No sentía. Solamente padecía.
Recordarlo era un enfado constante conmigo misma, con el mundo o no se que con qué...
Nada había sido como había imaginado, había sido un desastre, todo del revés y de la peor forma posible y mi cabeza lo reconocía como el lugar que marcó un antes y un después. El lugar que cambió todo. Eran días de los que no quería hablar. si hubiese podido, seguramente hubiese borrado cualquier signo que hiciese que todo aquello volviese a mi cabeza...
Hasta que un día, el valor me hizo una visita y sucedió. Todo explotó por los aires. Todos los sentimientos salieron de lo más profundo y la historia dio un vuelco.
Entonces entendí que lo único malo de aquellos días fue no aprovecharlos como debía, dándole más tiempo del merecido a algo que ya no dependía de mí. Qué yo ya había hecho todo y más, y que todo lo mal que estaba yendo, no eran más que señales que en aquel momento no entendía pero ahora, sé que todo era para bien.

Ahora aquellos días tienen otro significado y en lugar de ser el momento de caer en picado, simplemente fueron el final de un comienzo mucho mejor, y de que en ocasiones, dejar atrás en el más literal sentido, es la mejor manera de mirar hacia adelante.