miércoles, 6 de febrero de 2013

el no, realmente, puede que sea un sí.

Tengo la mala costumbre, de aferrarme a todo lo negativo de una forma inexplicable.
Parece que me atrapa. Me embauca. Me nubla la vista, la mente y el alma.
Hace que le otorgarle a todo lo malo, una importancia sobrevalorada.
Algo que realmente no merece. Como cuando le das todo a quién después te da nada.
Provoca que deje escapar todos esos pequeños detalles que realmente existen. 
Los que el pesimismo hace que pasen inadvertidos.
A la mínima piedra que me encuentro en el camino, abandono el viaje.
No quiero volver a tropezar. Si hay trampas, yo, desisto.
Hasta ahora, realmente no he encontrado un punto de inflexión en el que apoyarme.
Una referencia, en la que confiar al cien por cien, y fijar mi meta.
He continuado todos los caminos empeñándome en que si es no, ya no hay vuelta atrás.
No he buscado más alternativas. No he pensado si quiera en su existencia. 
Pero quizás, si me abro camino entre toda esa niebla que cubre el horizonte,
puede que  me encuentre con algo diferente a lo que percibo en realidad.
Puede que lo que realmente deba hacer, es ir recogiendo todas y cada una de esas piedras.
Construir con ellas un espejo que me refleje todos esos puntos positivos.
Esos que me hagan ver que el no, realmente, puede que sea un sí. 



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