lunes, 11 de febrero de 2013

Dejarme empapar por la indiferencia.

No creo en las casualidades. O en la sucesión de hechos consecutivos con un nexo en común. Llámalo como quieras. Todo, pasa por algo. El caso, es que ya van unos cuantos seguidos. Y no me gusta, porque el problema se vuelve a repetir. Ya no dolía. Estaba ahí, pero como ausente. Pasaba desapercibido. Y ahora, otra vez me doy cuenta de todo. Nada a cambiado. Y para ti sigue siendo indiferente. Es bueno que el tiempo cure todo. Que borre lo negativo de las historias. Lo peor, es que también borra lo bueno. Y de eso, me queda muy poco. Los recuerdos de lo positivo, cada vez son más difuminados. Más transparentes. Menos claros. Están ahí, pero en un segundo plano. De serlo todo, están pasando a ser nada. Lo malo, es que todo esto no me provoca dolor. Si fuese así, sería mucho más llevadero. Al principio, el dolor hace mucho daño, es como sí te rompiese el alma de repente. Sin esperarlo. En un millón de trozos diminutos, imposibles de encontrar para tratar de recomponerla. Sientes que vas cayendo al vacío, como si te lanzasen por un precipicio, sin frenos y sabes que el final va a doler mucho más aún. Pero ese dolor se acaba pasando. Lo malo, es que todo esto me provoca pena. Y la pena se va adueñando de ti y es muy difícil deshacerse de ella. No tiene remedio, y es algo que se queda ahí. No desaparece. Lo peor de todo, es que sé, sabemos, que en el fondo, tengo razón. Pero creo que es hora de ponerme el caparazón, y volverme inmune. Evitar que me afecte. Aislar cualquier tipo de sentimientos, guardarlos y no dejarlos fluir. Dejarme empapar por la indiferencia. No veo otra posibilidad. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario