Suena el teléfono... en realidad solamente escucha el pitido que precede a la misma respuesta que se repite una y otra vez desde hace ya demasiado tiempo. Ninguna. Lo peor de todo es que es consciente de ello. Si hasta ahora nada había cambiado, ¿Por qué iba a tener que hacerlo de repente? Pasaba el tiempo, que mezclado con su caprichosa ingenuidad, era la perfecta dosis diaria de tristeza. Caprichosa porque no venía a cuento, porque se empeñaba una y otra vez en estancarse en un pasado que no volvería... Melodías que retumbaban en su cabeza, recuerdos atrapados en el corazón... ya no volverían a ver la luz, ni si quiera a tener sustitutos que reemplazasen el vacío que alimentaba sus latidos. Miedo. Temor a que un cruce de miradas tuviese lugar y sus ojos no fuesen capaces de contener la sobrecarga de lágrimas... ¿Pero porqué estaba haciendo eso? ¿Por qué pensaba en hechos que jamás volverían a suceder? La tormenta de las dudas continuaba persiguiéndole cada día. Esperar un cambio era lo más absurdo que podía hacer y ahí estaba... haciéndolo de nuevo. No quería ver que todo estaba totalmente perdido a pesar de que era consciente de su ausencia.
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
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