No es difícil adivinar que de vez en cuando solamente te acercas por ese vacío que marca su distancia. Tú, nunca me has necesitado, ni si quiera me has echado de menos. Sin embargo, de vez en cuando, quizás por rellenar huecos en el tiempo, das un par de pasos y haces acto de presencia. E inerte de autoestima, mi cuerpo te busca y acoge tu presencia olvidándose, de que no me necesitas. Maldita la hora en la que el tiempo cruzó tu camino con el mio. Maldita, porque eres todo lo que siempre quise y algo me dice que en más de una ocasión el miedo a quemarte te impidió acercarte más. Son demasiadas las noches en la que engullo todas y cada una de las palabras con las que te acariciaría el corazón, y el peso de todos los días sin el sabor de tus manos y el tacto de tu boca se hace insoportable. Me encantaría marcar una distancia opaca, que me impidiese ver y sobre todo sentir. Pero como si de un lastre se tratase, las malas costumbres del pasado, hacen que más de lo que me gustaría mi sonrisa dependa de ti, que arrepintiéndome después, me aferre a ti... cuando tú, no dejas de manifestar tu anhelo por otros ojos y otro cuerpo que no te da nada y te tiene al completo.
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
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