Si hace viento, quiero tranquilidad. Cuando no sale el sol, me agobian las nubes, pero si el cielo está completamente azul, repleto del brillo del sol, quiero que empiece a llover. Y que no pare. Me relaja escribir. Transformar sentimientos en palabras. Al menos intentarlo. Igual que me encanta dejarme atrapar por ese clase de textos que hacen volar la imaginación, enriquecen tu mente. Pero por mucho que me atraigan las palabras, no hay nada como la seducción que puede llegar a provocarte una mirada. Estoy cansada de luchar, pero un inmenso imán me lleva a lo complicado. Lo difícil. Arriesgado. Es una atracción de las que atrapan, ilusionan, pero destruyen a la vez. Si me das diez, quiero vente. Aunque yo después te de cincuenta, y siga queriendo más. Puede que bajo todas estas contradicciones esté la inseguridad que poco a poco fue creciendo, de la mano de la desconfianza. A la par. Al son del miedo a confiar de nuevo y la rabia de no querer agrupar a todo el mundo en el mismo saco. Pero sigue habiendo luces que me dicen que no estoy loca. Que no pasa nada por seguir soñando, que es posible volver a remontar el vuelo y conseguir objetivos. Todos. O al menos, permitirme acciones, sin temor a las reacciones.
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
hermoso texto, beso
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