Conoces. Aprecias. Sientes. Quieres. Crees. Pones la mano en el fuego. Corazón y cabeza van a contratiempo. Por caminos separados. Marcan compases diferentes. No importa. Haces y rehaces. Te desvives. Una y otra vez. Conviertes lo imposible en realidad. Te vuelves capaz de crear de la nada. Da igual al nivel que estés. Te levantas. Siempre. Para proteger. Cuidar. Sacas lo mejor y lo peor de ti. Pero vuelves a reaccionar. Vuelves, pase lo que pase. Te dejas el alma en las palabras y los sentimientos en los hechos. El bienestar contigo mismo es indescriptible... Hasta que te das cuenta de que ha sido tiempo perdido. Que no has sido nada. Entonces, miras atrás. Caminos repletos de todos y cada uno de los pedazos en los que te rompes. Imágenes y recuerdos que pasan por tu cabeza. A una velocidad vertiginosa. Miedo y dolor se dibujan en tu rostro y te vuelves de hielo. Pero sigues viendo aunque te pongas una venda. Te vuelves a preguntar. A buscar. A Pensar...
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
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