Soy totalmente consciente de estar tirando piedras sobre mi propio tejado. De estar sumando ladrillos al muro en lugar de derribarlo... pero todavía busco el sentido al porqué nos adentramos en esta estúpida espiral. Aún si el círculo final me ayudase a adentrarme en tu cabeza, podría encontrar un atisbo de lógica a esta absurda rutina que se empeña en envolver los días. Allí podría descubrir uno a uno tus pensamientos, acariciarlos y que me mostrasen tus sentimientos más profundos. Hay un 99% de posibilidades de que nada de lo que allí encontrase me pudiese gustar, pero tendría la posibilidad de coger los hilos y manejarlos para que al menos tú fueses un poco menos adicto a mi. Así podría deshacerme de esto que me aprieta el pecho y no me deja reaccionar. Es todo tan irreal.... tan inesperado, tan ilógico, tan improbable... que no puedo pensar ni si quiera en qué pasará en unos pocos minutos. Eres tan inestable... y yo tan frágil, que tu capacidad de convicción ha ido penetrando poco a poco en lo más profundo de mi motor y ahora lo manejas a tu antojo, dándole vida y quitándosela a la vez, provocándole y dejándole con las ganas... y una vez más pulsaré el play del reproductor, subiré el volumen al máximo y me aislaré, y seguiré tirando piedras a mi tejado.
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
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