En mi cuarto tengo un rincón lleno de recuerdos. Recuerdos en forma de fotos, momentos guardados que llenan mi espacio de sonrisas cuando al mirarlas, vuelven a mi mente la conversación, el día, la persona... Y en otro de los rincones, hay tres cajas, llenas de recuerdos, papeles, cartas, pulseras... todo de personas especiales. Esta bien tener este tipo de cosas. Hay días que me dedico a leer viejas cartas, o a ver entradas de todos los conciertos a los que he ido... pero en el fondo ese tipo de recuerdos tan solo están plasmados en algo físico, algo material, que puede acabar perdiéndose... sin embargo, algo que nunca perderemos serán los recuerdos que nuestra mente pueda llegar a guardar... esos que incluso mucha gente ni si quiera conoce, miradas, conversaciones, confesiones, gestos... Creo que de momento se quedarán ahí, bajo mi custodia. Son todos buenos, a pesar de las dudas. Incluso hasta los malos han entrado a formar parte de ese grupo. Tanto unos como otros me han enseñado mucho, aunque no lo parezca, aunque aparentemente sea tarde.
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
Increíble.
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