Me he creído capaz de superar barreras a las que jamás me había enfrentado.
Pensé, ilusa de mi, que con la intención y el querer era más que suficiente.
Y sin duda, me he equivocado.
A todo eso, le sumé las acciones.
Y cómo, no, de vez en cuando,
a pesar del pánico aterrador que me provocaba adentrarme en ese terreno pantanoso,
el dejarme llevar.
Tampoco es bastante.
Al menos lo he intentado.
Sí, eso pensaré cada vez que el silencio se clave en mi pecho,
desgarrando con todas sus fuerzas mis humildes ganas.
Por unos instantes, me creí suficiente.
Suficiente para coser heridas. Para llenarlas de vida.
No era consciente de que ni si quiera existía la posibilidad de un viaje de ida.
Antes tocaba techo y ahora...
Ahora... ahora no puedo evitar volver a ser la que era.
Me acostumbré tanto a esta rutina del deshielo, que todo vuelve a su manera.
Las dudas asaltan y atormentan mi cabeza.
Los interrogantes alimentan mi torpeza.
Ya es tarde para dar marcha atrás,
simplemente es el momento de hacerse a la idea.
De abandonar el barco que solamente iba hacia la deriva.
Cambiar de camino, y curar mi propia herida.
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario