Hasta el momento, nunca había entendido como podía existir esa clase de personas capaces de levantar un muro entre sus sentimientos y sus pensamientos. ¡Son proporcionalmente incontrolables! Pero creo que después de unas cuantas reflexiones improvisadas, con un par de frases acertadas en medio de la noche, me han dado la clave. He encontrado el secreto. Todo se basa en ser egoísta, en querer recibir y recibir y no dar nada. Es mucho más fácil, negarse a uno mismo lo que se siente, que enfrentarse a un posible rechazo. Cuando tu ego esta más arriba de las nubes eso puede crear cicatrices que nunca cerrarán, pero ya no solo eso, es más cómodo levantar ese muro, e ir llenando el vacío que te creas a ti mismo, con superficialidades que hoy están ahí pero mañana ni te acordarás, que aliarte en el bando de lo que sientes, hacerlo, implica compromiso, entrega, comerte el ego un cincuenta por ciento de las veces... escuchar lo que no quieres, dejar de lado ciertas libertades. Lo triste de todo esto, es que esa clase de personas no se dan cuenta del daño que pueden causar a su alrededor, pero sobre todo a sí mismos. Tarde o temprano, terminarán solas, rodeadas exclusivamente de muros y barreras que solamente ellas podrán derribar, enfrentándose a la realidad de que quizás, al otro lado, ya no haya nadie.

La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
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