Me gustaría que supieras la mitad de todo lo que sé yo, o que el significado de esa sonrisa tuviese tan sólo la mitad de significado que la mía en algunos momentos. Que esos momentos fuesen sumando cantidades hasta llegar a un punto de estabilidad compaginada con dosis de sonrisas mutuas. Pero puede que no sea lo acertado. O quizás lo lógico. Que aunque no sea de mi estilo tenga que seguir unas normas, unas leyes de las cuales el corazón, por más que se lo expliquen nunca entenderá. Los corazones no entienden de caminos, normas o cosas similares. Son libres, no se pueden controlar. Igual que a las personas. Cada persona estamos hechas de una pasta diferente y si durante mucho tiempo nos intentan cambiar, acabamos resquebrajándonos como si fuésemos una taza de porcelana que choca contra el suelo. Pero nunca es tarde para encontrar un camino coherente para cada persona. Para cada corazón.
La vida fluye entre frases de canciones, días de sol o lluvia, y viajes entre las páginas de los libros, aportándole motivos para soñar. Hay sueños y sentimientos que si nunca ven la luz, ni sienten el calor del sol, formarán a pasar parte de recuerdos olvidados que tarde o temprano acabarán congelándose de tal manera que nadie se acuerde de ellos. Los elegidos tendrán el privilegio de transformarse en textos que inunden tu mirada.
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